Saturday, 9 February 2008

A mi adorada Roma II

Mis primeros años transcurren sin muchos cambios. Mis abuelos maternos estaban separados porque mi abuelo siempre tuvo afición por los viajes cuando aún se podía recorrer el mundo en verdaderas cómodas mensualidades. El apego de mi abuela a la casa y a no estar a más de un metro del suelo hicieron las distancias cada vez más largas y la separación inevitable. Mi abuelo es el único hombre que he conocido que al separarse de su mujer se llevo lo puesto y lo que cupo en una maleta con todo y recuerdos. Le dejó todo a mi abuela nunca le pidió una nota o una renta de las propiedades que tenían juntos. Se fue a comenzar de nuevo con la esperanza de algún día volver a su casa. Quizá por eso dejo sus libros, sus caballos y gran parte de su vida allí. Mi abuela sólo cerró la puerta de la habitación para entrar cuando era necesario desempolvar. Los recuerdos se terminaron acurrucando en una esquina y lentamente se fueron olvidando. En la recámara que antes ocupaba mi madre vivía mi adorada abuelita Amparo era en realidad mi bisabuela y su verdadero nombre era Antonina pero se lo cambió porque nunca le gusto. Aún recuerdo casi cómo si fuera ayer en un día de las madres cuando jugaba a leer la mano de todos los presentes (no tendría más de cinco años) y al llegar a la mano de mi ella me solté a llorar diciendo que moriría pronto. Desgraciadamente a menos de tres meses de aquel 10 de Mayo ella falleció. Quizá por eso bloqueé esa parte intuitiva de mi. Antes de los tres años podía recitar los planetas regentes de cada signo zodiacal y su descripción así mismo recordaba eventos en los que no había estado presente. En ocasiones logro des-velar esas habilidades pero cada vez es menos frecuente. Recuerdo cuando dijeron que mi abuelita Amparo había ido a la tienda en vez de decirme la verdad y me senté a esperar la todo el día frente a la puerta. Puerta que nunca volvió a cruzar. Recuerdo los gritos a mis padres por mentirme. Aveces la extraño tanto. Ella fue mi primera gran pérdida. Tuve una infancia sin muchos problemas viajabamos cada año a L. A. para visitar Disneylandia y en verano ibamos a Acapulco. Alrededor de los seis años mi padre me consiguió un prometido en Cancún (gracias al cielo se casó con alguien más y tienen un hijo). Alguien tuvo el mal tino de decirle mi madre que yo era una niña muy inteligente y que no desarrollaba todo mi potencial. Esto resultó en la búsqueda de la escuela perfecta, cursos de verano donde te hacían mil entrevistas antes de aceptarte como el que ofrecía La Universidad de las Américas, clases particulares de Inglés y otras maravillas. Aunque debo confesar que todo me encantaba. Amaba ir a los museos. Bueno aún amo los museos el más entrañable para mi es el de Antropología e Historia será porque mi primera visita al mismo fue en el vientre materno o porque cada año hacíamos dos visitas donde mi madre daba cátedra de conocimiento del mundo prehispánico y mis amiguitas salían fascinadas admirando a mi madre que era una excelente narradora. Lo único que nunca me gustó fue el andar de escuela en escuela buscando la mejor y que un nueve no fuera suficiente. Curiosamente mis padres sólo sacaron buenas calificaciones hasta la Facultad y mis resultados nunca eran suficientes porque sabían -creían- que yo podía dar más. Siempre fuí una niña un tanto extravagante. Ayudada por mis padres por supuesto. En mis primeros cumpleaños fui un conejo y un león después fue mi presentación en Santa Rosa de Lima. Y después cada año cerca de mi cumpleaños hacíamos una pastorela en realidad participaba en dos. Mi madre siempre tuvo dotes literarias y cada año escribía una pastorela nueva y la madre de mi amiga Olga Cecilia a quién conocí en el kinder presentaba la misma pastorela cada año con cambio de reparto. A Los dos años fui primavera en La Bella Durmiente (fue la primera vez que estuve en un teatro) a los cinco la única hada azul vestida de Amarillo que hasta ahora conozco con textos aprendidos y todo. Y a partir de los seis desde borrego hasta diablo para terminar de Arcángel en diversas pastorelas cabe mencionar que tanto mi madre como la de Olga Cecilia tenían una obsesión para que fuéramos Arcángeles lo cual siempre encontré por demás aburrido (yo siempre quería ser diablo). Baile ballet, hawaiiano, tap y hasta can can. Siempre quería usar vestido y tenían que rogarme para que me pusiera unos pantalones. Lo mismo saludaba al vecino que a nuestros compañeros de viajen el avión y hablaba hasta con el teporochito tirado a la puerta de mi casa. Lo cual mortificaba a mi madre sobremanera. También a los cuatro tuve mi primer acto de rebeldía. Mis papás querían que entrara al Moderno Americano después de mi pasó por el OUI OUI en Mier y Pesado de la colonia del Valle y como a mi no me gusto la escuela a cada petición que me hicieron contesté: -No porque tengo gripa- Saliendo les dije que mejor quería ir a otra escuela. Sin embargo siempre fui bien portada. Era la única sobrina invitada a casa de mis tías mejor conocidas como mis tías las ricas de Rosaleda -las Lazos-. Desgraciadamente estas visitas a la calle de Rosaleda me dejaron una huella que quisiera borrar. Abuso infantil uno de mis primos me manoseo todo lo que quiso y me amenazó. Desgraciadamente funcionó porque incluso borré le recuerdo hasta que salió a flote años más tarde. Y a pesar de que en casa bajaba el colchón de mis padres para aventarme de resbaladilla, llene la tina en medio de mi cuarto para bañarme porque tenía calor, rompí el lavabo de mi baño al tener complejo de mujer araña y trepar por los muebles de baño así como cuando apenas podía sentarme en la silla alta mi madre tenía que poner una taza vacía y un cigarro de chocolate para que me sintiera en el ambiente de la platica. Mi conducta en casa de los demás siempre fue intachable. Nunca rompí ni un palillo, no interrumpía la plática de los mayores y podía quedarme sentada leyendo un libro o iluminando por horas. En casa siempre tuve alma de anfitriona y les preguntaba a todos que iban a tomar y ayudaba a mi madre a llevar las cosas que podía a la sala dejaba que los niños usaran todos mis juguetes y hasta soportaba a mis primos que en vez de saludar corrían directo a enchufarse al Atari. También tenía un par de amigas vecinas mías con quienes jugaba a ser las Flans y Timbiriche. Pasabamos horas disfrazándonos y ensayando las coreografías que presentabamos en reuniones familiares hasta que tomamos caminos distintos. Mi madre enfermó cuando yo tenía ocho años. Los primeros dos no lograron saber que tenía hasta que llegó a las manos de Mario Seoane magnifico Neumólogo que hizo todo lo que pudo por mi madre a pesar de ya ser tarde. Nos fuimos a vivir a Cuernavaca con la esperanza que el clima ayudara a la condición de mi madre y medio año después mis padres se separaron poco a poco mi madre dejo de hacer cosas cotidianas como manejar. Aún recuerdo con una sonrisa cuando de camino a mi escuela mi madre dijo:-Que avenida tan grandota en pleno Cuernavaca- La Avenida era ni más ni menos que la carretera México Acapulco. La salud de mi madre fue empeorando poco a poco lo que resultó en mi abuela pasando largas temporadas con nosotras. Fue hasta entonces que yo me di cuenta de su alcoholismo le vaciaba las botellas en el fregadero y usaba sus cigarros de abono para mis fresas (cultivaba fresas y Dalias) aunque ella jamás acepto el tener un problema. Diario nos amenazaba con regresar a México y al día siguiente lo olvidaba. Mi madre llegó a tener un tanque de oxigeno al lado y a no moverse de la cama mas que para ir al baño. Todas las amigas de mi madre fueron a visitarla llevándole libros y oraciones no se por qué nadie pudo decirme cuan enferma estaba ella en realidad. Cada vez tenía mas pleitos con ella y caimos en una rutina de chantajes sentimentales. Creo que nunca supimos manejar la situación de que nos perdíamos la una a la otra. Ella siempre fue mi mejor amiga. Incluso ella incitaba mis travesuras y me contaba las suyas. La última vez que la ví fue en Terapia intermedia después de haberla dejado en Cardiología para su revisión anual. Mi padre no se separó de su lado en todos los días que estuvo en el hospital. Mi madre es y será siempre el gran amor de mi padre aún ahora Concha la compañera de años de mi padre tiene que competir con su recuerdo y no es fácil. Para mi padre los defectos de mi madre se desvanecen con el paso de los años. Mis padres se adoraban el problema es que sus fuertes temperamentos y su poca capacidad de adaptación dieron al traste con todo el amor. Recuerdo sus constantes pleitos por cosas sin importancia. Curiosamente cuando peleaban no decían lo típico es que tú me hiciste blah blah blah. Más bien sonaba algo así como -Es que tu hermano es un no se que y tu hermana y tu madre y demás- En medio año acabaron con todo el cristal cortado que les regalaron en su boda tirándolo al piso. Jamás llegaron a una agresión física y sus pleitos públicos eran por demás cómicos algun día contaré el de los pollos o el de los litros de aceite tenían cierta afección por pelearse a la altura de San Angel por lo pronto contaré uno que sucedió en Cuernavaca. Mi madre compró una TV que tenían en su recámara y mi padre pagaba el cable que teníamos por dos razones para que yo practicara mi inglés viendo caricaturas en inglés y porque en Cuernavaca no se podía ver la TV a menos que tuvieras cable. Los dos trabajaban bueno al llegar a Cuernavaca mi madre ya tenía incapacidad permanente pero antes ambos trabajaban. Ella primero trabajó como maestra de historia en diversas secundarias hasta que logró ser la jefa del área histórica del Archivo Nacional de Notarias donde tenía acceso a manuscritos tan importantes como el testamento de Sor Juana Inés de laCruz . Hablaba con la misma naturalidad con el Regente de la ciudad en las exposiciones mensuales que se encargaba de montar al público en general que con sus amigas cuando tomaban el café. El dinero que ganaba mi mamá era para ella y el de mi papá era de la casa siempre usó su nombre de soltera, me inculco siempre el feminismo e ibamos todos los fines de semana al Tianguis del Oro a Emmy y a Liverpool a comprar cosas. En fin me desvío del tema. A mi me gustaba Alf en aquellos entonces y a mi padre no le gustaba para nada el programa mi mamá también disfrutaba de la acidez y el humor negro del protagonista así que dijo que me dejara ver el programa. Él se molestó y mi madre dijo que era su TV asi que mi padre dijo que era su cable y entonces nadie veía nada. Se fueron a sentar enojados a la sala y a él le pedí su cable y a ella su TV y mientras seguían enojados me fuí a ver Alf. En el hospital lograron reconciliarse y ante la promesa de una vida en común mi madre mejoró y la pasarían ya a su habitación privada. Mi padre la dejó en el elevador y le dijo -Nos vemos arriba- Mi madre tuvo un paro cardio-respiratorio en el elevador y núnca llegó. No fue él quien me dijera del fallecimiento de mi madre ni siquiera fue quien enjugaría mis lágrimas porque él mismo no podía creer que era ella quien tenía en el féretro. Que la misma mujer risueña, gran narradora, inteligente, excelente cocinera, madre esposa, amante, cómplice, gran amiga a quien aún ama tanto fuese la misma que ya no estaba. El sepelio y funeral de mi madre fue una de las cosas que sin duda cambió de tajo mi vida a los once años. Aún extraño su risa, su abrazo y hasta su sarcasmo. Lo cierto es que no voy al panteón ni le hago misas. Me miro en el espejo y veo sus ojos nos parecemos tanto que en ocasiones sus mismas amigas me dicen Tachis. A mi madre le hago el mejor homenaje al mantenerla viva. Porque nadie muere realmente hasta que los olvidamos y mi madre está mas viva que nunca...
Pronto continuará...

2 comments:

jos said...

Muy interesante lo que escribes. Te invito a leerme en http://josmx.com

Goma Rosa said...

de sobremanera te digo que escribes excelente, pues ya lo debes de saber.

me encanta el hecho de dar detalles concisos, te mete mas en la historia, me encantaria que vivieras mas cerca y me la contaras hablada, se ve a leguas que eres alguien muy interesante.