Hoy
A veces odio mi trabajo como hoy. Detesto despedir a alguien normalmente se van solitos. Dejan de ir a trabajar o llegan y renuncian porque encontraron algo afín con su carrera o el horario ya no queda con la escuela o simplemente vieron que esto del call center no es lo suyo. Y es que de estos trabajos hay tantos y es tan fácil conseguir uno. Lo difícil es conservarlo y aguantar el estrés y eso que no es Telemarketing. Creo que he mencionado que soy supervisora en un Call center que se dedica al outsourcing (i.e. subcontratación) y mi campaña es una de cable. La historia de cómo llegué a ese trabajo es larga como la cuaresma así que sólo diré que estudié filosofía. De ahí me fui a Vancouver tres años y regresé con un gato, una maleta, un corazón roto y sin ahorros. Sólo me di permiso de deprimirme un mes. Y después a buscar trabajo y como dar clases no me llamaba la atención terminé trabajando en un Call center en Reforma en una campaña dedicada al soporte técnico de internet con la promesa de un trabajo bilingüe que no lo fue sino hasta mucho tiempo después. Al año me promovieron a Supervisora de la campaña de cable dentro de la misma empresa y ahí he estado hasta ahora. Un año y ocho meses más tarde por mi equipo han pasado tantas personas. He encontrado a grandes amigos. He aprendido mucho de tanta gente. Han pasado tantas personas que en algún momento ayudé o les enseñe algo, Y si es cierto han pasado muchos nombres sin rostro y rostros sin nombre. Gente que ya se borraron de mi memoria y se volvieron un número, una métrica, un punto porcentual en la adherencia de mi equipo. El ambiente de un Call center es así cambiante, volátil. Hoy estás y mañana ya no o estás pero de manera diferente. En todo el tiempo que he estado como supervisora sólo he despedido a 4 personas 2 por faltas y 2 por no contestar llamadas. Hoy fue una de ellas. A Recursos humanos se les ocurrió la brillante idea de que es bueno que los supervisores estemos ahí a la hora que les dicen bueno pues aquí tengo tu cheque y allá está la puerta. Mi agente G no contestaba sus llamadas y pues finalmente para eso les pagan así que ni como defenderla. Pero fue triste ella vino a muchas de mis fiestas. Celebró mi cumpleaños. Siempre dijo que era la mejor supervisora y hasta se cambió de horario y sacrificó su fin de semana para quedarse en mi equipo. Verla partir fue muy triste. En ocasiones como estas en verdad odio mi trabajo. El frío corporativo lleno de números no le hace bien a mi mente llena de letras y a mi espíritu alado. Quizá sea hora de pensar en volar pronto...
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